En español tenemos el refrán "De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno" pero se nos olvida a menudo. Especialmente en política.
El mundo es dinámico y todos los participantes de un mercado (laboral, inmobiliario, financiero, etc) cambian su comportamiento según cambian las reglas, a menudo de forma inesperada. Pero cuando los políticos presentan medidas bienintencionadas hacen como si en el mundo real los jugadores de un mercado no fuesen a alterar su comportamiento.
Tenemos una actitud casi infantil hacia las medidas, aceptando errores porque "la intención era buena". Aceptando consecuencias trágicas porque eran "imprevisibles". Como sociedad no paramos de dispararnos en el pie una y otra vez con cambios legislativos que sólo traen incertidumbre, no consiguen sus objetivos y crean problemas nuevos.
Si en lugar de juzgar y hablar de medidas por sus intenciones, resultados "esperados" y su ideología empezamos a analizar las medidas por sus consecuencias de mundo real conseguiremos solucionar problemas reales de manera eficaz.
Cuando los problemas son complicados hay que hacer pruebas piloto. Hacer un ensayo es algo común en todos los campos pero que prácticamente no se hace en el campo regulación. Antes de implantar una medida legislativa a nivel nacional tendríamos que permitir probar sus efectos en una ciudad o hacer una prueba y aprender qué pasa, de esa manera el debate dejaría de ser ideológico para ser práctico.
Foto: Mend Piece, 1966/2018, obra participativa de Yoko Ono donde los observadores son invitados a "reconstruir" piezas de loza con trozos rotos