Estuve la semana pasada en Milán y aproveché para tomar un capuccino en Bastianello, uno de mis cafés favoritos de Milán, me llamó la atención como mostraban los sobrecitos de azúcar en un recipiente sobre la barra: los sobrecitos perfectamente organizados, verticales, a un lado el azúcar blanco, al otro el azúcar moreno, en medio la sacarina, ningún sobre roto ni manchado.
No sólo resultaba simpático, por la acumulación de pequeños sobrecitos, también es más cómodo encontrar el sobre que buscas y es más fácil darse cuenta si falta algún tipo de azúcar para reponer. Me pregunté porqué no lo hacen así todos los bares del mundo. Una idea sencilla.
Me imaginé entonces al dueño de un bar en España pidiendo a sus camareros que, al colocar el azúcar, vigilen que todos los sobrecitos queden bien puestos, ninguno manchado, verticales, unos a la izquierda y otros a la derecha. ¿Cómo serían las reacciones?:
- No te imaginas lo que me ha pedido Paco! qué coloque los sobres del azúcar!
- Pacó es un tiquismiquis increíble! El jefe está loco! es un maniático!
Un simple recipiente de sobres de azúcar refleja toda una actitud hacia el trabajo bien hecho, el orgullo de trabajar en un ambiente organizado y saber entender que el aspecto de las cosas es parte fundamental del servicio. Me mata la tolerancia hacia la cutrez que tenemos en tantas cosas en España. Admiro Italia por este tipo de detalles.