La semana pasada pasé por el Cooper-Hewitt, uno de mis museos favoritos en Nueva York, tenían una exposición de fondos del museo montada por Ideo, una conocida firma de diseño industrial que son, entre otras muchas cosas, los diseñadores del primer ratón de Apple o el CD player de Muji. Lo más interesante no era la exposición en sí misma sino una reflexión que la gente de Ideo hacía sobre objetos y soluciones diseñados por gente corriente que ni ha estudiado diseño ni piensa en si misma como "diseñador".
El diseño hecho en casa, el diseño de apaño, ñapa, el diseño rápido casi intuitivo que agarra un objeto cotidiano para, de repente, solucionar una necesidad para la que no estaba pensado. En cierta manera es el diseño del anti-diseño, o quizá el diseño que no quiere parecer diseño. El diseño que rechaza la perfección industrial, la formación, y que nos invita a todos a hacer nuestros propios productos. A perder el miedo a crear. El diseño de boli y celo.
Existen objetos así a nuestro alrededor y tienen una presencia que sorprende por su sencillez. Me encantó este soporte de carta que me encontré después en un café del SoHo. Un pan duro, materia resistente como pocas cosas, sirve casi como pieza escultórica, para tener a mano el menú del restaurante. ¿No es genial?
Lo curioso es que muchos diseñadores hoy, esponjas de la realidad que nos rodea, intentan mimetizarse con estos objetos. Una tendencia de diseño clara de nuestra década es reclamar lo autóctono, lo local, lo reciclado, lo re-utilizado, lo hecho a mano. El diseño reclama lo no-diseñado. Es casi manierismo. Un par de libros que van en esta linea son por ejemplo:
Design It Yourself, de Ellen Lupton. Design Handbooks
Escrito a Mano, de Steven Heller y Mirko Ilic, Editorial Gustavo Gil
Parece que a medida que el ordenador se ha convertido en la principal herramienta de trabajo de muchos diseñadores, cada día más añoramos un mundo mejor, anterior a las máquinas, cuando el diseño se hacía con la cabeza y las manos. Una vez más me maravilla pensar que, como tantas otras cosas, esto ya lo pronosticaba hace años Tibor Kalman, uno de los diseñadores más perspicaces que hayan existido.
Permiteme una referencia más:
Non Intentional Design de Uta Brandes y Michael Erlhoff
http://www.daab-online.de/books/Various_Design_Books/Non_Intentional_Design.html
que incide en esa idea de coger un objeto inicialmente pensado para otro objetivo y emplearlo para satisfacer otra necesidad.
Publicado por: Sergio | miércoles, octubre 17, 2007 en 22:02
Tras tanto diseño de supermercado accesible a todo el mundo, el desván de la abuela se ha convertido en la cantera indispensable para el que busca el objeto original y único.
Personalmente, me encanta pasearme por los rastrillos y otros mercadillos pulgosos para ponerme la casa a tono.
Me gusta rodearme de cosas "bonitas" y únicas.
En vez de acercarse al híper nórdico se puede uno llevar un mueblico trasnochado, darle un par de brochazos y convertirlo en un objeto "vintage".
Todo es cuestión de querer y algo de saber.
Me encantan los dibujos de los críos, tan espontáneos, llenos de vibrante colorido, ajenos a todo filtro de censura artística que frene la inspiración.
Parece algo pasadillo, pero me he vuelto aprendiz de caligrafía japonesa.
El punto no es tanto el saber diseñar o trazar el ideograma, como el guiar ese pincel y jugar con los efectos que produce más o menos presión sobre el papel.
Los "borradores" de esa práctica se convirtieron pues en improvisados "cuadros" con "no-es", "shi-es", "me-es" entrelazados, ofreciendo un fantástico claroscuro de tinta china formando arabescos.
Es eso diseño-sin-querer?
O es mejor tener esa litografía de Cocteau, ese sillón Eames o ese florero Aalto para decir que somos auténticos entendidos?
Publicado por: Ohio Goza i Más | viernes, octubre 19, 2007 en 19:37